martes, 22 de mayo de 2018

El Calvario de Casas de Millán

Del artículo escrito por Dionisio Martín Grados en la revista de Fiestas Patronales de Casas de Millán en septiembre de 1999. Se titula:
 
Yo Calvario
 
(Después de describir las trasformaciones que contempla desde “El Calvario” dice de él personificándolo)
 
“… y, a pesar de mi delicada y ruinosa situación, nadie se acuerda de mí. Ha llovido bastante desde que los últimos vecinos trillaron y aventaron sus domésticas cosechas de habas y garbanzos en mis aledaños, recolectados en cercados próximos. No es que su presencia, motivada por tal actividad, me llenase de dicha, sin embargo, al menos durante el tiempo que duraban las tareas, me hacían compañía.
 
Pasa el tiempo y mi situación empeora. Los materiales de mi estructura se deterioran y la estabilidad de las paredes que cierran mi recinto merma a pasos agigantados. ¿Es que yo no soy del pueblo? ¿Es que no intereso a nadie? La esquina del ángulo sureste, tal si de olas marinas embravecidas fuese atacada, va camino de convertirse en la entrada de una cueva, si es que las pesadas piezas de cantería que coronan los muros no acaban cayendo al suelo, produciendo el correspondiente portillo, el cual no tardará en ser acompañado por otros gemelos de la pared oeste. El altar, base de las cruces representativas de la escena culminante, la crucifixión de Cristo y sus acompañantes, exhibe importantes y amenazadoras grietas, restando, como es lógico, estabilidad al valioso monumento.
 
Y ¿para qué continuar martirizándome con más lamentaciones? Mi corazón se comprime y las lágrimas están a punto de fluir. Y no quiero que esto suceda. Lo que sí pongo de manifiesto y levanto la voz para ello, es mi deseo de vivir. Vivir con mi pueblo: Casas de Millán. Juntos. Para conocer generaciones futuras que se sientan orgullosas del pueblo y su patrimonio, en los que me incluyo, Notifico, lleno de satisfacción, mi gratitud a ese puñado de casitos/as que cada Viernes Santo, tras rendir visita a las once cruces, algunas también víctimas del abandono, que me preceden, acuden a mí para conmemorar y recordar mi sentido religioso.
 
No sé quiénes son los médicos que han de curar mis heridas. Y tampoco atino a definir, si viene o no al caso, recordar la famosa frase que el no menos famoso caballero manchego dijo a su escudero: con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho. Presiento que va a ser necesaria una intervención quirúrgica, con carácter de urgencia. Salvo que las intenciones de los responsables vayan encaminadas precisamente en pos de nuestra desaparición.
 
Amén de considerarlo inicuo, mis sentimientos, exentos de todo indicio de egoísmo, se verían abocados hacia la envidia de trato, cuidados y mimos de los que son objeto mis hermanos en otros lugares, cuyos vecinos se los brindan con ilusión y cariño.
 
Yo, Calvario.
 
Con nostalgia de un pasado, me imagino a Dionisio Martín que se ha personificado en “El Calvario”. Entre el casi caer de sus lágrimas, siente que la vida se le va. Que ya no ve a su alrededor la estampa del salmo que dice: “Al sembrar van llorando sembrando las semillas, al volver vuelven cantando trayendo sus gavillas”.
 
Y como buen final de su artículo “YO CALVARIO”, deja caer el sentimiento del poco aprecio, que con frecuencia en la historia, han tenido sus paisanos con este párrafo:
 
“Amén de considerarlo inicuo, mis sentimientos, exentos de todo indicio de egoísmo, se verían abocados hacia la envidia de tratos, cuidados y mimos de los que son objeto mis hermanos en otros lugares, cuyos vecinos se los brindan con ilusión y cariño.”.
 
Si antes se aludía a la alegría de “recoger las gavillas”, ese conjunto de cruces que desde la “cruz primera” hasta la exterior, hacia el Este del recinto de las tres cruces, que mira al pueblo, dejamos constancia de los sudores que supuso la siembra de parte de esas cruces en el transcurso del tiempo.
 
No sé cuándo se establecieron las tres cruces del Calvario, núcleo principal. Ni tampoco el por qué la Hermandad de San Sebastián corrió con el mantenimiento de lo que a continuación se cuenta. ¿Era porque económicamente se encontraba en mejor situación entonces? ¿Era porque como ermita más cercana al entorno del Calvario podía ocuparse de él?
 
Dejemos cualquier hipótesis. La cierto es que en el  LIBRO DE CUENTAS DEL SEÑOR SAN SEBASTIÁN, en el año 1783-86, se nos dice: “Cuentas para reparar las quiebras de la ermita del Santo, como también las del viacrucis y construir de cantería las que faltan.”
 
Para ello se recogieron en aquellos tiempos 3.299,13 maravedíes. Esa cantidad nos da idea del sentido religioso y pujanza de la Hermandad.
 
En este tiempo, como actualmente, no se encontraba la piedra de cantería en los alrededores del pueblo. Era necesario acudir a los términos de otros cercanos. Por eso nos indica que “se trajeron dos cruces de cantería de Torrejoncillo Imposible determinar donde se ubicaron.
 
Sin embargo, para quienes la han conocido se hace referencia a la cruz del Valle o “Vallejillo”, que tantos tiempos estuvo en dicho lugar. Sí se sabe que costó 4 reales el ponerla.
 
Son las primeras noticias que históricamente tenemos de las cruces del Calvario.
 
Tenemos que allegarnos al año 1790-91 para encontrarnos con nueva referencia, al hacer constar que se invierten 420 reales para hacer una cruz de cantería, con gradas en el viacrucis. Tampoco aquí podemos situar dicha cruz.
 
Pero sí que nos encontramos con una, que todo el mundo conoce y sabe su sitio, donde tantos se han sentado y disfrutado de la poca brisa que corre en verano. La cruz de San Sebastián.
 
Puede que pocos sepan que fue donación de un vecino de la Serradilla. Dio 500 reales para que se hiciese una cruz de cantería, con sus gradas; que se había de colocar junto a la ermita del Santo y que sirviera para el vía crucis.

Este dato nos da idea de la admiración que ya entonces se tenía, incluso en los pueblos de alrededor, por el vía crucis de Las Casas.
 
Por estos años tenemos también referencia de una cruz, que aunque no perteneciente al vía crucis, sí servía de referencia para situarse lugareñamente. La cruz frente al Tejar. Para enrollar la base, con piedra y pizarra, se pagaron 160 reales, en los que se incluían las peonadas empleadas en hacer la misma operación con las cruces del “Calvario”.
 
Sigue la Hermandad de San Sebastián con la preocupación de ir completando el itinerario de las cruces en el conjunto del recorrido, que aún hoy día siguen los “casitos” en el Viernes Santo. Por ello, para pagar 4 carretadas que se echaron en traer 3 canterías de otra cruz, tuvieron que desembolsar 80 reales.
 
Se decía antes que el núcleo principal del Calvario debía tener más antigüedad de la que hemos tenido noticia actualmente. Prueba de ello es la referencia que se hace de que hubo que reparar la cruz grande y última del Calvario que amenazaba ruina, y fue necesario quitarla todas la gradas, al mismo tiempo que cimentar otra cruz.
 
Otra de las cruces, que también se puede ubicar, es la que se puso cerca de la esquina del cercado de D. Tomás Sanz Rico, que tenía una grada y que para la saca y labra de canterías se emplearon 220 reales.
 
Entre los años 1792 y 93 hubo que hacer frente al mantenimiento del Calvario. En un apartado de información se nos dice que se emplearon unos dineros para la redificación del calvario. También hubo que hacer un pago a Manuel Castañeda, el Portugués, por haber reparado las paredes del Calvario, lo cual ya nos indica, cómo desde el principio el recinto propio del Calvario estaba cercado por paredes que le delimitaban.
 
En el año 1797 se ve que tiene que realizar obras de mantenimiento del Calvario. Parece ser que se enrollaron el recinto interior y la parte exterior del E. y O. Así se hace constar: “Concluida la obra del Calvario al otoño inmediato se continuó reparando las paredes del Calvario ripiándola con buen material calateleándolas y figurándolas de cantería en las que se invirtieron…”
 
También en el s. XIX sigue siendo preocupación de la Hermandad de San Sebastián el mantenimiento del Calvario, así como de las demás cruces del vía crucis. Ciertamente con menos costes, puesto que se ve que el grueso de todo el conjunto está hecho y hasta cierto punto mantenido, aunque siempre el deterioro del paso del tiempo deja huellas.
 
Así los vemos cómo al cantero Juan Lima en 1800 hay que pagarle 40 reales por labra y saca del remate de cantería de la esquina del Calvario. O los 196 reales que se le pagan a Santos Hinojal por componer una cruz en el Calvario. Y nos quedaremos, como final de lo sacado del libro al principio citado, con los 100 reales, coste de una cruz nueva para el Calvario.
 
Recientemente
 
No es que se haya abandonado totalmente “El Calvario”. Hubo tiempos en que las condiciones económicas tanto de Parroquia como de Ayuntamiento no podían hacer frente al deterioro que se veía en este patrimonio tanto religioso como cultural, últimamente. Había también, unas veces la excusa, otras el desconocimiento de a quién pertenecía, como veremos después.
 
Es cierto que sufrió “El Calvario”, el calvario de la destrucción en la última contienda civil. Fueron destruidas algunas cruces. Nunca se supo quién o quienes fueron. En todo conjunto humano hay cultivadores y destructores de los valores comunes. Siempre habrá en el río revuelto y la nocturnidad sembradores de la destrucción por la destrucción, como niños, al igual que destructores por la venganza.
 
En algún momento se quiso darle al conjunto un aire de verdor. Se sembraron árboles, que también sirvieron de contienda verbal, y en algún caso material con la destrucción de algunos de ellos.
 
Pero pienso que, como lo mismo que representa el Calvario, ha seguido hasta nuestros tiempos. Siempre hubo y habrá quienes se preocupen de ello.
 
Concretamente es alentador que, aquellos que mejor han vivido la historia, sientan la añoranza del pasado. Me refiero a los mayores. Aquellos que no tienen metido en su interior la cultura del “usar y tirar”, sino que reivindican aquellas fibras, tejedoras de la fuerza de la soga de la historia de cada pueblo.
 
Por eso tenemos que alabar aquellos escritos que, tanto al Ayuntamiento como a la Diócesis, dirigen la Asociación de Pensionistas  de “S. Nicolás de Bari” y la Hermandad de la Virgen de Tebas, haciéndose eco del artículo que en 1999 escribe Dionisio Martín, en la revista de fiestas.
 
En la respuesta que hace el Sr. Obispo de la Diócesis, surge una vez más la duda de a quién corresponde, cuando dice: “Es presumible que la titularidad corresponde a la Parroquia de Casas de Millán”, pero duda que en el terreno tenga algo que ver. Y finalmente, remite a que sea resuelto a nivel local, aunando los esfuerzos de todos.
 
Creo que, después de todo lo expuesto anteriormente, queda una cosa clara, que en lenguaje campesino quedaría: “El suelo de uno y el vuelo de otro”, refiriéndose a los frutos de un árbol, que se encuentra en suelo ajeno. Nunca se habla en la cuestión de la cruces, de la posesión del terreno. Pero creo que deben estar muy de acuerdo Parroquia y Ayuntamiento, para no deteriorar un emplazamiento tan bello. Al contrario, realzarlo tanto para disfrute religioso y cultural, como panorámico.
 
Creo que ese fue el espíritu de las últimas actuaciones en “El Calvario”.
 
El Ayuntamiento toma la iniciativa y pide un proyecto para la remodelación de todo el conjunto. Dicho proyecto se le entrega fechado el 10/09/2004. Su autor es Abel Rodríguez Velasco (Ingeniero Técnico de Obras Públicas)
 
Él mismo dice que: el Calvario es un conjunto de cruces en estado deteriorado, que se restaurará conjuntamente, para que integrado en el parque, sea promocionado turísticamente.
 
Pero han de pasar unos años para que se pueda llevar a cabo.
 
En el noticiero de 2007 se da a conocer que: El Ayuntamiento está pendiente de firmar un Convenio Interadministrativo con la Junta de Extremadura, a través de la Consejería de Industria, Energía y Medio Ambiente para la rehabilitación del Calvario.
 
La subvención que se ha concedido es de 65.000 €uros y vendrá en dos anualidades, una en el año 2007 y otra en el año 2008… El estado actual del Calvario, donde se puede apreciar que hay piedras sueltas, la pared del recinto está desprendida de su sitio original, los asientos de alrededor están rotos y en mal estado, etc.
 
Por fin el año 2008 se concluye con las obras.
 
Ya tiene respuesta la incógnita de Dionisio Martín, en el artículo citado:
 
No sé quiénes son los médicos que han de curar mis heridas. Y tampoco atino a definir si viene o no al caso recordar la famosa frase que el no menos famoso caballero manchego dijo a su escudero: con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho. Presiento que va a ser necesaria una intervención quirúrgica, con carácter de urgencia. Salvo que las intenciones de los responsables vayan encaminadas precisamente en pos de nuestra desaparición.
 
El Árbol de la Cruz, plantado en el cerro de… permanecerá dando frutos, que pueden gustar todos, aunque el suelo pueda cambiar de dueño.

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