jueves, 20 de julio de 2017

Fray Antonio Trejo y Paniagua Obispo de Cartagena (III)

VUELTA A ESPAÑA DEL OBISPO TREJO

Intrigas y roces entre Alburquerque y el embajador Trejo

De nuevo se renovaron sus esperanzas, de seguir con sus empeños inmaculistas, con la venida a España del cardenal Trejo, para abogar en favor de su pariente el desgraciado don Rodrigo Calderón, pero también esta vez se desvanecieron todos los esfuerzos.

A pesar de esta carta, el rey, cediendo a las instancias del duque de Alburquerque, del cardenal Borja y del Nuncio, tomó una resolución definitiva, mandando a Trejo volver a España y reintegrarse a su obispado de Cartagena.  Carta en la que el monarca da a Trejo el título de embajador, cuatro meses más tarde de haberlo despojado de él el duque de Alburquerque.

El 7 de mayo de 1620 se despedía Trejo de Su Santidad, dándole en esa audiencia los tres últimos memoriales, que ya no tuvieron contestación. El día 20 del mismo mes salía de Roma. 

Llegado a España se retiró a su diócesis de Cartagena, viviendo en Murcia apartado de los asuntos políticos, dedicado al cuidado pastoral de su diócesis y a mejorar su templo catedral con ideas y mejoras traídas de Italia, como el magnífico trascoro  de estilo florentino dedicado, como era natural, a fomentar el culto de la Inmaculada Concepción en Murcia.

Humanamente podríamos decir que había fracasado. Sabemos que no se consiguió el cometido que llevaba, en parte por la actitud intransigente de Paulo V, enemigo de toda declaración dogmática, y en parte a las vacilaciones de Felipe III y a las divisiones originadas en el seno de la Junta de la Inmaculada de Madrid.

No obstante el trabajo realizado no fue inútil, pues sirvió posteriormente como base a nuevos intentos de conseguir dicho Dogma.

Puesto que su gestión no había obtenido los frutos deseados el  19-V-1620 regresa Trejo a su obispado de Cartagena, y durante catorce años, que sobrevivió, trabajó incansablemente por extender en su diócesis el dogma inmaculista.

El 28-V-1623 celebra sínodo en el que se acordó hacer solemne juramente inmaculista, declarando a la Inmaculada patrona de la catedral, de la ciudad y del Reino de Cartagena el 28-XI-1624.

El Obispo contra-reformista
 
Después del Concilio de Trento (1545-1563) la Iglesia estaba en plena implantación de las normas emanadas en dicho Concilio. Antonio de Trejo quiere hacerlo en su diócesis.

Al año siguiente se ocupa de establecer en Tabarra un convento de observantes y el 28 de mayo de 1623, convoca su primer sínodo y en noviembre de 1624, visita y adora la reliquia más importante de la diócesis de Cartagena, la Santísima Cruz de Calatrava.

Catedral de Murcia

Como consecuencia de sus conocimientos de Artes, pues recordemos que impartió clases en Zamora y León, hizo reformas, en lo posible, en la Catedral. También en las parroquias en que se podía.

En la catedral fundó en el trascoro de su Iglesia una insigne capilla, dedicada a la Concepción de Nuestra Señora, en que gastó veinte y cuatro mil ducados, y la dotó con renta suficiente, para que la sirvan cuatro capellanes. Es de estilo barroco y se compone de un bello frontal que combina jaspeados y mármoles en blanco y negro; fue la primera capilla consagrada a esta advocación en todo el mundo. (1625)

Dedicó otra capilla a S. Fulgencio, Obispo de Cartagena, entierro para los Obispo que lo fueren de esta Iglesia; y para los Prebendados, otro. Doró la Capilla mayor.

Aquí se encuentran en una urna de plata en la Capilla Mayor los restos de los llamados Cuatro Santos de Cartagena, (Fulgencio, Isidoro, Leandro y Florentina), de ellos el primero y el último son patronos de la Diócesis de Plasencia.

El palacio episcopal da cuenta de sus reformas
 
Fue un ejemplo palpable de la iglesia que salió de Trento, convirtiéndose en un auténtico príncipe de su diócesis. El obispo no se limitó a reformar su sede, sino que se preocupó de sus parroquias, tanto adaptando las ya construidas a las nuevas directrices, como a construir templos de nueva planta que ejemplificarían el espíritu contra-reformista. Asimismo, no se limitó a las obras eminentemente religiosas, sino que se preocupó por dar la imagen de poder necesaria para su cargo, reformando el palacio episcopal, que se adaptara para las nuevas necesidades. Al mismo tiempo, adoptó el culto a la Inmaculada como una empresa personal, en la que no estuvo aislado, ya que éste fue adquiriendo tal importancia hasta crear una dualidad mariana durante el siglo XVII, donde la Inmaculada y el Rosario se convirtieron en los estandartes de un renacido y fortalecido culto a la Virgen.

lunes, 10 de julio de 2017

Fray Antonio Trejo y Paniagua Obispo de Cartagena (II)

Obispo de Cartagena
 


Su blasón es un escudo de tipo español , con las armas de la orden de San Francisco, una cruz latina de sable, brochante, sobre ella dos brazos, uno en carnación y otro vestido de hábito de franciscano, en punta tres clavos en aspa, lleca timbre episcopal.

En mayo del año 1618 fue presentado por el rey para la mitra de Cartagena, recibiendo la consagración del Arzobispo de Zaragoza (Tarragona), también franciscano, P. Juan de Guzmán en las Descalzas Reales de Madrid, con asistencia de toda la Corte, 16-IX-1618, tomando posesión de su mitra, primeramente por poderes en septiembre. Visitó su nueva diócesis por primera vez en octubre, entrando en la capital en el 15 de este último mes.
 
Mas inmediatamente salió para Roma el 22 de Noviembre con el cargo de embajador extraordinario del rey de España, Felipe III, para que “suplicase al santísimo Padre Paulo V, en su nombre y en el de sus coronas y reynos, declarase por artículo de fe el haber sido la Virgen santísima, reyna y señora nuestra, concebida sin pecado original”
 
La razón fundamental de este nombramiento de Obispo, a Fray Antonio, parece ser que era dotar al prelado de la suficiente autoridad, para encargarle una empresa que le preocupaba al monarca español: la aprobación por el Vaticano del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Por ello, en 1618, recibe una orden del rey y 8,000 ducados para que emprenda su embajada en Roma.
 
Le parecía al monarca que el P. Trejo era el más apto para ejercer dicha embajada, pues había comprobado las cualidades que tenía, ya que lo había demostrado rigiendo la Orden Franciscana. Pero a esto se unía que por entonces estaba en Roma su hermano Gabriel, el Cardenal Trejo, que también era partidario y defensor de que se proclamara tal dogma.
 
Fr. Antonio de Trejo aceptó ambos honores, y así se lo comunicaba agradecido al monarca.
 
Pero, como en todos los acontecimientos entre poderosos, toda cara tiene su cruz.
 
Al divulgarse la noticia de la embajada de Trejo, se levantó en la corte y otros lugares una verdadera tempestad de calumnias y contradicciones contra e1 nuevo embajador; pero la voluntad del monarca estaba ya decidida y toda oposición a la embajada resultó inútil, aun cuando fuese fomentada por personas tan ilustres como el nuncio, que tenía órdenes terminantes de la Santa Sede de impedirla.
 
Un inconveniente que se presentaba era la cuestión económica. Expone luego su situación económica diciendo que, aunque es verdad que él ofreció a Su Majestad partir con toda brevedad para Roma, puestos sus ojos únicamente en el cumplimiento de la obediencia y por haberle parecido que las rentas de su obispado de Cartagena le bastarían para cubrir los gastos de su viaje, después se había convencido que su misión había de ser mucho más costosa de lo que creía al principio. De ahí que hayamos dichos antes, que recibió 8,000 ducados.
 
Sobre las objeciones aducidas por los contrarios expone el P. Trejo una que le parece digna de la consideración del monarca. Dice que aquellos habían informado mal al Papa declarando que en España no se había observado su último decreto pontificio sobre la opinión pía, con el fin de irritarle, y al mismo tiempo excusar los escándalos que después habían dado, que eran en su concepto, los mayores que se habían visto en esta materia.
 
A pesar de todos estos inconvenientes, se mantiene la embajada. Por ello desde Murcia, Fr. Antonio de Trejo se dirigió a Cartagena donde pensaba embarcar; pero a causa de las penalidades del viaje enfermó en esta ciudad, como él mismo escribe al secretario Tovar el día 9 de noviembre de ese año.
 
Por fin el día 22 se hacían a la mar a pesar de estar en contra los prebendados que le acompañaban, y del mismo jefe de las galeras, acostumbrado a ver siempre temporales en aquel mes de diciembre. Sin embargo, fue tan apacible la travesía de Cartagena a Barcelona, y sobre todo de esta ciudad a la de Génova, que los marineros juraron que en veinte años de cruzar el golfo de León no habían visto nunca aquel mar tan tranquilo y aquel cielo tan sereno.
 
Al tener noticias de su llegada el cardenal Trejo, hermano de nuestro obispo, se dirigió a Branciano, señorío del duque de Orsini, para abrazarlo.
 
El obispo Trejo entraba en Roma el 16 de diciembre, dirigiéndose inmediatamente al palacio pontificio para cumplimentar a Su Santidad, que lo recibió muy afectuosamente y mantuvo con él una larga entrevista llena de cordialidad.
 
Destitución del Embajador
 
Duro fue el trabajo del Obispo en Roma. Tuvo que presentar en varias ocasiones alegatos y escritos ante el Papa, que le recibió al menos cuatro o cinco veces. En principio dio largas al asunto; posteriormente con indiferencia, alegando razones poco convincentes para Fr. Antonio.
 
Añádase a esto la noticia extendida por Roma, y que en Madrid propagó el P. Aliaga, de que el obispo de Cartagena y el cardenal Trejo, su hermano, se dedicaban a reclutar votos para  el futuro cónclave, procurando la elevación de un Papa favorable a España. Aunque no hay que descartar la total posibilidad de que en sus conversaciones privadas Trejo faltase algo a la prudencia, la noticia en sí era completamente calumniosa.
 
La verdad era que Felipe III estaba convencido del fracaso de la embajada del obispo Trejo, y el 22 de junio firmaba en Lisboa la carta exonerándole del cargo de embajador y ordenándole volver a su diócesis. La carta fue encomendada al duque de Alburquerque para que la entregara a Trejo a su llegada a Roma.

sábado, 1 de julio de 2017

Fray Antonio Trejo y Paniagua Obispo de Cartagena (I)

Cuadro en la galería de Obispos de Murcia

Si el cardenal Trejo es la persona más importante de los nacidos en Casas de Millán, en orden eclesiástico, ciertamente su hermano Antonio no le va a la zaga.
 
Es lógico que la categoría  familiar influyera en la formación de los hijos, pues todos ellos, aunque eran chicos espabilados, no tenían la igualdad de oportunidades que los demás.
 
Al igual que su hermano, nace en la casa de la parte alta del pueblo, camino de la Canal, hoy calle de Miguel Hernández, según tradición.
 
Nace el día 15 o 16, en cuyo día se bautiza, de Julio de 1564.


Dice la anterior partida: En el lugar de Casas de Millán, miércoles, en diez y seis días del mes de Julio del año de mil quinientos y setenta y cuatro siendo yo Juan de la Pila Cura beneficiado del dicho lugar, bapticé a un hijo de Antonio de Trejo y de doña Francisca su mujer, fueron padrinos el Sr. Gutiérrez de Trejo y doña Juana, vecinos de este lugar, no bautizado en casa, en de lo cual lo firmé de mi nombre.
 
Al margen alguien puso después: Reverendísimo General fray Antonio Trejo y después Obispo de Cartagena y embajador de su Majestad en Roma”

Creo que no queda duda de su condición de “casito”.
 
En relación con sus estudios, su hermano Gabriel dice: “El señor Obispo entróse en la religión de San Francisco, desde niño lo escogió Dios… El señor Obispo estudió en su religión, tuvo crédito y fue Guardián y Secretario General y Comisario General de las Indias y General de toda su Orden, ahora es Obispo, y mañana será mucho más, que capaz es de todo cuanto hay en la Iglesia de Dios..”
 
En una reseña del Diccionario de la Historia Eclesiástica de España se nos dice de Él:
 
TREJO Y PANIAGUA, Antonio de, OFM: obispo, teólogo y diplomático. Hijo de Antonio de Trejo Monroy y de Francisca de Sande Paniagua, condes de Oliva, estudió en la Universidad de Salamanca, y en el convento de San Francisco de esta ciudad, perteneciente a la provincia de Santiago, tomó el hábito franciscano.
 
Es curioso el hacer referencia a que la hornada de novicios que hubo ese año se dio el caso, no creemos repetido en la historia, de que los 12 novicios que juntos hicieron el año de probación, todos llegaron al episcopado. Eso nos da idea del nivel tanto espiritual como intelectual del ambiente en que profesó Antonio.
 
En 1599 era lector de Artes en San Francisco, de León, distinguiéndose de tal manera en el cuidado de los apestados, víctimas de la epidemia que ese año asoló a la ciudad, que los leoneses pidieron fuera nombrado su Obispo.
 
(Un lector académico es un profesor que enseña y explica en su lengua materna alguna de las asignaturas académicas.)
 
De aquí pasó a enseñar Artes en Zamora; regresó nuevamente a León, donde en 1609 era lector de Teología y guardián del convento al mismo tiempo.
 
Comisario General de Indias
 
El nombramiento que se le hizo de Comisario General de Indias, el 28-IV-1610 le obliga a desplazarse a Madrid, a la Corte, donde intimó con Felipe III. Como consecuencia de dicha amistad llega el ser nombrado Ministro General de la Observancia, en 1609, cargo que desempeñó hasta Diciembre del 1613 y posteriormente, como Vicario General.
 
Cuando se habla de los famosos hijos del Real convento de Sta. Mª de Jesús se dice:
 
“Precisamente durante  la etapa de Ministro General de los Franciscanos, Fr. Antonio Trejo tuvo la honra de dar por su mano el Seráfico Hábito de la Orden Tercera de Penitencia de Nuestro  Seráfico P. S. Francisco en el Convento de Sta. Mª de Jesús de Alcalá a su hermano el Emin. Sr. D. Gabriel Trejo, Cardenal de la Sta. Iglesia, lo que blasonaba dicho convento como “gloria y honor que numera entre sus blasones este Grande m. Convento de S. Diego.”
 
El nombramiento de Comisario General de Indias le llegó con la Patente del General de Orden, P. Arcángel de Messina, en 28 de abril de 1.610, posesionándose de su cargo el 14 de julio inmediato y duró éste por tres años y cinco meses aproximadamente, ya que a la muerte del P. Juan del Hierro, Ministro general, fue electo en Vicario General en 7 de diciembre de 1.613. En este nuevo cometido rigió los destinos de la Orden hasta el 2 de julio de 1.618, en que le sucedió en el gobierno el P. Benigno de Génova.
 
En cuanto a su intervención al frente de la Comisaría de Indias nos son conocidos dos Informes o Memoriales al Consejo de Indias: uno sobre la Provincia de San Gregorio de Filipinas, mediando en el pleito entre Observantes y Descalzos, en el que teje elogio subidísimo de los primeros y de su aportación a la evangelización en el lejano Oriente
 
El segundo Memorial es sobre toda la Misión de Ultramar, en el que nos ofrece una estadística, algo abultada en número, pero en su conjunto bien informada, porque habla con documentos en la mano. Para América española es una magnífica síntesis, y en lo que respecta a Filipinas y toda aquella área misional, muy preciso y atinado en sus líneas y datos. Me hace suponer disponía, al redactarlo, de las informaciones de los PP. Alonso Muñoz y Beato Luis Sotelo incluso hasta de las Relaciones de los Visitadores y Capítulos provinciales de Filipinas.