domingo, 18 de junio de 2017

D. Gabriel Trejo y Paniagua (Cardenal Trejo) - (IV)

Su nombramiento como Presidente de Castilla
 
Terminada su misión en Roma, el año 1627, viene a España y comienza otro período de su vida; la Presidencia del Consejo del Reino. Se le libró el título de Presidente el 27 de Marzo de 1627.
 
Como vemos por la mención textual que se adjunta, sucede la renuncia de la Presidencia de D. Francisco de Contreras. Comienza el proceso para la elección del nuevo Presidente.
 
Era este Cargo de gran importancia, al que iba unido un salario adecuado. Le correspondía, entre otras cosas, presidir las sesiones, distribuir a los consejeros en salas, distribuir los expedientes, entrevistarse semanalmente con el monarca, etc.
 
Todos sabemos que tras todos estos nombramientos se mueven los intereses partidistas. Por eso la elección de D. Gabriel Trejo para la Presidencia de Castilla, tuvo algunas extrañezas, pues como nos dice “Historia y anales de la Diócesis de Plasencia”:
 
“Los muchos años de Don Francisco de Contreras, Presidente de Castilla, y Comendador mayor de León; pidió retirarse a Pastrana, cosa que consiguió.
 
El Conde-Duque tan lejos estuvo de que lo fuese cosa suya, que suplicó al Rey mandase a los Ministros más que grandes, que le consultasen de los tres Estados, Prelados, Señores y Graduados, las personas que juzgasen dignas de la Presidencia de Castilla; y habiendo sido varios las pareceres, el que el Conde dio al Rey fue el que menos esperaba el reino, porque el sujeto era el Cardenal Trejo, hechura del Duque de Lerma, beneficiado por Don Rodrigo Calderón, y deudo de la Condesa de Olivares su mujer; contra el cual por un designio de la era pasada, había presunciones contrarias en ésta, por el castigo de Don Rodrigo Calderón, por algunas sospechas de ánimo enconado en los Jueces y testigos de su causa.
 
Además, que este oficio puesto en un Cardenal tenía, menos facilidad de quitárselo si importase, que a otro vasallo de cualquiera género…
 
Todo esto junto, y otras razones diversas, que debieron de representar al Conde-Duque para alterar esta elección, no perturbaron su primer dictamen, ni contrapesaron el aprecio que había hecho del talento del Cardenal, de su calidad y letras y costumbres, de experiencia adquirida en los oficios por donde había pasado, y lo que la Corte Romana podía haber añadido a persona de tanta aplicación, que todo había de resultar a beneficio del servicio del Rey y bien de la República.

Intrigas
 
No faltó quien dijese, viendo lo que achacaban para aquella elección: Que no habían tomado los vicios tanta posesión del Conde-Duque, que atropellase sus mismos intereses por el Cardenal Trejo; pues pudiendo dar la Presidencia a uno de su casa, no halló tanta virtud en ninguno como en él; y esto es desentender su sangre por premiar al mérito. Últimamente, en esto abandonó las reglas de su conveniencia, pues le pareció justo anteponer el fruto que ellas pudieran rendirle, la justificación del Cardenal; y creyó, que haría un delito atroz, si no lo hubiese hecho así por temor de sus intereses.
 
Grandes esperanzas se consiguieron del nuevo Presidente; pero creyeron muchos que sería grato al Conde-Duque, mientras le reconociese Valido, y edificio de su fortuna. Estos agraviaban la bondad del Cardenal, y el acierto del Conde Duque, como feamente se engañaron otros, o desearon engañar, esparciendo que la majestad de la Reina, y los Infantes amenazaban la ruina del Conde-Duque.”
 
Es interesante saber cómo nada hay nuevo bajo el sol. Todo eso que ahora, parece descubrimos como tráfico de influencias, y que es penado, ya en tiempo del Cardenal Trejo era también una realidad. Como ahora, también había que probar la inocencia de tales acusaciones. Especialmente los enemigos presentan todas las acusaciones que pueden del pasado.
 
En “Rodrigo Calderón: la sombra del valido” nos cuenta lo siguiente:
 
“Trejo, siendo fiscal y oidor de la Cancillería de Valladolid había aceptado regalos del Marqués de Mondéjar, por lo que resultó obligado elevar un memorial de la Cámara de Castilla para justificar los objetos recibidos de mano de quien por entonces mantenía varios pleitos abiertos en la Real Audiencia. Finalmente, el Consejo de la Cámara resolvió a favor de Don Gabriel, alegando que aquellas mercedes obedecían a su relación de amistad y no fueron comprometidas para ganarse su favor en la resolución de las sentencias pendientes.
 
Entre otras intrigas nos encontramos las que por los años 1619 se monta contra el cardenal Trejo.
 
El duque de Uceda consigue encarcelar a Rodrigo Calderón, el hombre fuerte del régimen de Lerma. Cuando el Cardenal Trejo trata de defender a su tío, siendo el único, afloran las intrigas contra él. Fueron boicoteadas sus pretensiones de alzarse con el obispado de Jaén por Aliaga, confesor del Rey, que le acusa “de tener una amante de la que había engendrado una hija. Ese secreto lo conocían los nuncios Caetani y Cennini a través de Baltasar de Zúñiga, quien según estos, mantenía relaciones con la hija del cardenal mientras éste seguía con la madre.
 
Era una forma de venganza de Aliaga, “que se vengaba así de la campaña de descrédito que Trejo había dirigido en su contra acusándole de seductor de monjas y hechicero”. (El nuncio Cennini al cardenal Borghese, Madrid, 13 de abril de 1619,)
 
Al final de su mandato y estando agravadas las intrigas contra él, hay un acontecimiento presidido por D. Gabriel que nos da una vez más la importancia del cargo que ostentaba. Me refiero a la inauguración del Palacio de Santa Cruz.
 
Construcción del Palacio de Santa Cruz de Madrid, sede del ministerio de Asuntos Exteriores
 
En 1627, los Alcaldes formalizaban la adquisición de los terrenos y anejas edificaciones, que fueron derribadas, para formar el solar donde habría de levantarse el edificio.
 
El 14 de septiembre de 1629, en solemne ceremonia presidida por el Cardenal Obispo de Málaga, D. Gabriel de Trejo, Presidente del Consejo de Castilla, es colocada la primera piedra. Junto a ella, en una arqueta de plomo, quedaban depositadas diversas monedas del reinado de Felipe IV y un pergamino que decía así:
 
«La Magd del Rey Don Phelipe nuestro Señor Quarto de este nombre, Rey de las Españas y de las Indias, mandó hacer este edificio para Cárcel Real de su Corte octavo año de su Reynado y 1629 del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo siendo Sumo pontífice Urbano VIII y Presidente de Castilla el Iltmo. y Rmo. Sr. Cardenal de Trejo Obispo de Málaga que se hallo personalmente a ber poner esta primera piedra a 14 de Sete del año referido y sean patronos destas obras la Sacratísima madre de Dios y el arcángel San Miguel y Santiago patrón de las Españas.»
 
Hoy, bajo la torre vecina de la iglesia de la Santa Cruz, torre que se llamó en su día «de los calabozos», permanece la arqueta con su pequeño «tesoro» y el mencionado pergamino.
 
Las obras finalizaron en 1636.
 
Estos documentos avalan la categoría de la figura “Casita” más significativa de la historia del pueblo.
 
Obispo de Málaga

Catedral de Málaga

Las ansias de poder del Conde-Duque de Olivares van a ocasionar el enfrentamiento de dicho Conde y Gabriel de Trejo. Esto viene ocasionado principalmente por la oposición a la política económica del poderoso ministro. Tras la resaca del año 1625, se produce la bancarrota de enero de 1627 originada por las malas cosechas, alza de precios, cierre del comercio, devaluación del vellón y conflictos que están a la vista. El Presidente del ¨Consejo de Castilla, buen conocedor de la realidad, se opone abiertamente a las pretensiones del Conde-Duque.
 
Como hemos dicho D. Gabriel era Obispo de Málaga por designación en 1617, pero lo hemos visto ocupando otros muchos cargos, no entrando en su diócesis. Ahora va a ser la ocasión en la que tendrá que ir a su obispado.
 
El Conde-Duque mediante las intrigas correspondientes consigue que se le ordene incorporarse a su sede diocesana.
 
Llegó el 16 de Enero de 1630. Poco tiempo le duró dicha estancia, pues falleció el 11 de febrero de ese mismo año.
 
La mayor parte de los altos empleos los tuvo siendo obispo de Málaga, a la que únicamente vino en 1630 con objeto de  descansar de una carrera tan ilustre; pero falleció a los pocos días dejando la enorme suma de 50 mil ducados para fundaciones piadosas por especial cláusula de su testamento. Fue uno de los españoles más sabios de su época, sobresaliendo en la ciencia genealógica como lo acredita su “Historia de la Genealogía de la casas de Grimaldi”.
 
Todavía después de muerto hubo flecos de conflictos entre el Deán y Cabildo de la Catedral, sobre el pago de la misa y exequias a su fallecimiento, y los testamentarios del Cardenal, pidiendo a estos que pagasen al Cabildo las costas.
En Madrid 22 de diciembre de 1631.
 
Este fue el personaje más ilustre nacido en Casas de Millán. Pero no el único, como podremos ver después.

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