lunes, 4 de diciembre de 2017

Manuel Escribano Rodríguez (I)

Quiero comenzar este capítulo, con esta letra del canto que por última vez cantó Manuel Escribano González con los parroquianos en la misa de despedida de “su” parroquia de Santa María Goretti, en Curitiba, Brasil.
 
Sentir e deixar,
Deixar e partir,
E tudo sentir
A força de amar.
Partir e deixar,
Deixar e partir
Saudades sentir
Na terra e no ar.
 
Sus cualidades de poeta y músico, de las que algunos teníamos conocimiento en su pueblo natal, puestas en su corazón, que había entregado durante tantos años entre los brasileños, las veíamos reflejadas, cantando con alegría, para emprender una nueva etapa en su vida terrena.
 
Esas mismas palabras las recordamos al final de su vida ocurrida el 22 de Diciembre de 2011, día en que, como en la Iglesia Católica, celebramos las fiesta de los santos, cuando emprendieron la etapa eterna del “entra en el gozo de su Señor”.
 
Puede que como en el caso de Miguel del Barco, la lejanía, la poca frecuencia de visitar su pueblo durante tantos años en que estuvo en la otra parte del continente de América, nos hayan hecho olvidar nuestro paisanaje con él.
 
Por eso quiero dejar constancia de su condición de “casito”, entre otros muchos, que fueron repartiendo la fe que mamaron en la Parroquia de San Nicolás de Bari.
 
El día 27 del mes de Febrero del 1931, comenzaba su andadura de fe, esperanza y amor, en la pila bautismal de la Parroquia, avalando el deseo de sus padres Dionisio y Marcelina y sus padrinos. El día 27 del mismo mes y año, se constituye en el primogénito de 4 hermanos, él, Ana María, Luis e Inés Rita.
 

Esta fe fue bien cultivada desde su tierna infancia en esta familia de los Escribanos Rodríguez. Como hemos visto anteriormente, estaba su tío el P. Enrique Escribano González, que también ostentaba el nombre de pila, de Manuel, hermano de su padre.
 
Durante dos años fue el centro del cariño y atenciones de sus padres, que veían plasmado el amor que se habían jurado ante el altar de S. Nicolás de Bari en el año de 1929, hasta que llegó su hermana Ana María.
 
Pronto se romperían los límites familiares, hasta cierto punto, para dar otro lugar de expansión de socialización y aprendizaje de Manuel. Tendría que acudir a la escuela de párvulos que regentaba su tía abuela, la Señora Pepa.
 
Así pasarían sus primeros años, hasta que cuando llega Luis, cumplidos los seis años, sigue ampliando sus lugares de aprendizaje social e intelectual. Ya va a la escuela Nacional, regentada por su paisano, el Maestro D. Eduardo de la Fuente Borja, en su primera etapa. Después será D. César. Ambos pusieron buenos fundamentos o bases para que, quien posteriormente destacaría en los conocimientos universitarios, pudiera avanzar. Sus compañeros y “quintos”, los Miguel, Nicolás, Pedro, Marcelino, Juan, etc., compartieron los juegos y correrías por “El lejío”, patio de recreo comunal.

Fuente del Maestre. Convento de los Franciscanos.
Fue fundado por Doña Elvira García Zambrano en el año 1645.
Se encuadran dentro del ESTILO BARROCO propio de la época de su fundación.

Su estancia en Fuente del Maestre. Años 1940
 
Siguiendo la lógica humana, en la que con frecuencia se da el principio bíblico, “mis caminos no son vuestros caminos”, por la influencia familiar de su tío paterno el P. Enrique Escribano, franciscano, se le encauza por el camino del “Poverello de Asís”, ingresando en el seminario de la orden franciscana existente en la localidad pacense de Fuente del Maestre.
 
Años duros. La postguerra se deja sentir fuertemente. Pero, aun dentro de la pobreza social, que repercute en los medios materiales de alimentación y educación, aquí se palían los intelectuales, que muchos padres buscaban para sus hijos. Aparte de la formación humana de aquellos que buscaban la huida del común de los fieles.
 
Ciertamente la alimentación escasea, y cuando se encuentra, no es de buena calidad. Son los llamados vulgarmente “los años del hambre”. El no me gusta y no me apetece de ahora, no existían. Sí existían las “cartillas de racionamiento”.
 

A pesar de todo, dentro de todos los inconvenientes, la alimentación intelectual es buena. Manuel es esponja cerebral que va captando los saberes que los padres franciscanos van depositando en su mente. Sus notas lo reflejan y su paso de un curso a otro.
 
Etapa de Loreto
 
Transcurridos los primeros años de seminario fue trasladado al noviciado de Loreto.
 
El convento o santuario de Nuestra Señora de Loreto se encuentra en las cercanías de la localidad de Espartinas, (Provincia de Sevilla, España). El convento, junto con la hacienda del mismo nombre y la torre defensiva medieval de origen cristiano denominada Torre de Loreto, conforman un enclave de alto valor patrimonial muy destacado en la comarca del Aljarafe sevillano.
 
Con sus años, va a comenzar los estudios de filosofía, propios de la formación eclesiástica.
 
Si en la etapa de Fuente del Maestre las dificultades y calamidades vienen de parte de la situación de la posguerra, ésta se va a caracterizar por las dificultades de salud. El duro trabajo repercute fuertemente en la salud, hasta tal punto de que la madre, con el fin de poder atenderlo, se traslada a la hospedería del convento para poder cuidarlo en estas circunstancias. Y ya sabemos, ¿qué no consigue una madre? Terminó aquella primavera y Manolo parece que había recobrado las energías para seguir sus estudios.
 
Pero parece que, como decíamos antes, “los caminos del Señor no eran nuestros caminos”. Por estas circunstancias se va a cambiar totalmente el itinerario emprendido.
 
No ha pasado mucho tiempo, cuando nuevamente cae enfermo. La situación, a ojos de sus padres, no parece arreglarse con que la madre vuelva nuevamente al convento. El padre, en su visión de padre, decide que en estos momentos lo mejor es traerlo a casa para que tuviera una mejor atención y recuperación, con intención de volver al convento, cuando todo haya quedado con unas garantías de estabilidad sanitaria.
 
En ese ínterin un nuevo episodio tuerce los caminos humanos. Tiene la edad del cumplimiento del servicio militar, obligatorio en aquellos momentos. Para los estudiantes eclesiásticos, estaba establecido que podían pedir prórroga para incorporarse al ejército posteriormente o librarse. Pero, no se había hecho la tramitación correspondiente, al pensar que volvería al convento. Esto da lugar a que lo declarasen prófugo. No hay más solución que incorporarse inmediatamente al ejército.
 
Melilla será su destino. Allí cumple los años correspondientes hasta que se licenció. Esto supuso verse, humanamente, con su vocación truncada. Surgen las incógnitas hacia dónde poner rumbo. Momentos difíciles, que pasa en su pueblo. Aquí encuentra la ayuda y orientación de los suyos. De momento hay que preparar unas oposiciones a “algo”.
 
Hay un hueco para quienes tiene unos conocimientos superiores. Dar clases particulares. En las circunstancias económicas de las familias, no es fácil paliar la pobreza intelectual de los hijos, a quienes tienen que mantener al lado del padre, para que puedan aportar algo a la economía doméstica. No se puede seguir en la escuela. Y eso que había un aprecio grande por invertir mejor en los hijos que en “casas, cosas o ganados”.
 
Un Rafael, arcángel de los caminantes, con presencia humana aparece por el pueblo, El Padre Morera. Al igual que a Tobías le va a conducir a su nuevo destino. La Congregación de La Sagrada Familia.
 
Es una congregación que, contando con la aprobación del obispo, en 1864, José Mayanet funda. Los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, con la misión de imitar, honrar y propagar el culto de la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal.
 
Los Hijos de la Sagrada Familia, herederos espirituales de San José Manyanet, continúan en el empeño de renovar la sociedad por medio de familias cristianas conformadas al modelo de la de Nazaret.
 
Allá, al colegio de Barcelona se encaminan los pasos de Manuel, siguiendo al padre Morera. Ingresa en la Congregación, pero nuevo inconveniente se presenta. No se le reconocen los estudios cursados en los colegios franciscanos. Quien podía haber hecho algo para solventar este escollo, su tío P. Enrique, no le prestó ninguna ayuda. No obstante, Manuel tenía clara su vocación y continuó en su empeño de responder al Señor, que aparentemente parece que se lo impedía. Dos años después la Orden franciscana reconoció que había cursado dichos estudios.
 
Con normalidad pasaron los años de su formación en el seminario de la Congregación en Barcelona.
 
Desde Barcelona fue trasladado a Roma donde prosiguió la formación eclesiástica en la Universidad Pontificia, siguiendo casualmente el camino de su tío Manuel, el padre Enrique, licenciándose en Teología.

No hay comentarios:

Publicar un comentario